Marina Carabajal

Formosa

“Cada vez que tenía que referirse a mí era ‘¿Dónde está la zurdita de mierda esa?’”, recuerda Marina Carabajal, periodista con 20 años de trayectoria, sobre lo que le pasó mientras trabajaba en un diario de Formosa. Con esa y otras escenas describe un ambiente laboral marcado por la violencia verbal, la desigualdad salarial y la desprotección sindical hasta llegar al despido. Su experiencia revela las dificultades que enfrentan las mujeres periodistas en las redacciones cuando plantean otros temas de agenda o defienden sus derechos laborales. También ahonda en el “pacto de silencio” de callar lo que padecen las colegas por miedo a represalias.

“Había violencia verbal cuando entré al diario en 2005. No teníamos ley, no había absolutamente nada, así que tenías que callarte la boca, si es que querías seguir”, relata Marina sobre el contexto en el que inició su carrera. El entonces dueño del diario era un hombre “violento, en lo verbal fundamentalmente”. Dice que la apodaba “zurdita de mierda” porque era la que reclamaba por los derechos laborales en su espacio de trabajo.

La violencia verbal se intensificó cuando Marina se involucró en el sindicato para luchar por los derechos de sus compañeros. “Hubo más violencia verbal, que no solo la padecí yo, la padecieron otros compañeros. A tal punto que hubo compañeras que renunciaron porque tenían ataques de pánico”, relata.

Sin embargo, a pesar de afectar la salud mental, para la mayoría de las colegas, admite, tampoco es tan fácil irse. “(Las periodistas) tienen miedo, no quieren perder el trabajo, están en relación de dependencia, tienen un recibo de sueldo, son jóvenes, tienen hijos, es más complicado y aguantan y se callan”, describe.

Según su relato, el escenario se vuelve más hostil cuando no queda registro de nada. “Tuve un ataque de pánico en el diario, tuvo que venir el servicio de emergencia para poder atenderme y me tuvieron que poner un sedante ahí”. Dice Marina que de ese episodio no quedaron evidencias, que el suceso quedó registrado como un pico de tensión. Marina describe así un espiral, en el que el sello del silencio termina de cerrar ese círculo violento.

¿Qué formas de violencia menciona esta entrevistada como las más frecuentes? “Acoso (…) es lo que más afecta en el ejercicio de la profesión, más allá de la violencia laboral”. Afirma que en su carrera conoció “babosos”, “manos largas” y que la costumbre hace que esos episodios se comenten entre colegas en un círculo de confianza, pero que tampoco “pasa nada” para cambiarlo.

Las violencias también eran económicas. “Había diferencias salariales entre varones y mujeres en la redacción (…) A nosotras no nos recategorizaban, a los varones sí”.

A pesar de las denuncias, ella señala que no recibió apoyo sindical para protegerla en un despido que califica “sin causa, sin justificativo”. “El sentirme desprotegida fue mortal, eso fue lo peor”.

La historia de Marina Carabajal ilustra la vulnerabilidad de las mujeres periodistas frente a la violencia y la discriminación en las redacciones, así como la importancia de contar con organizaciones sindicales que las protejan y defiendan sus derechos. La violencia laboral dejó profundas secuelas en Marina: “Llegué a replantearme, si quería seguir ejerciendo el periodismo”, concluye.

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